Fotografia de Bernat Plaxats
La mancha angosta que se vuelve océano
en las madrugadas de teclas y desvelos
se hace cómplice de las luces
que comparte la momentánea felicidad
de un fragmento de la nada.
La risa del computador no deja oír
se niega a quedar en los escalones numerados
en notas inexploradas
en un borrador de miseria y soledades.
Correos sin sonrisas
ni carteros
una etiqueta que no aporta nada
que no calma el tedio
y la mancha angosta
que se vuelve océano
recuerda la diferencia
de los estúpidos horarios.
Y en la ladera de la colina
queda la soledad haciendo guardia
esperando que se caiga
la ficticia conexión
que aún nos queda.
La mancha angosta que se vuelve océano
en las madrugadas de teclas y desvelos
se hace cómplice de las luces
que comparte la momentánea felicidad
de un fragmento de la nada.
La risa del computador no deja oír
se niega a quedar en los escalones numerados
en notas inexploradas
en un borrador de miseria y soledades.
Correos sin sonrisas
ni carteros
una etiqueta que no aporta nada
que no calma el tedio
y la mancha angosta
que se vuelve océano
recuerda la diferencia
de los estúpidos horarios.
Y en la ladera de la colina
queda la soledad haciendo guardia
esperando que se caiga
la ficticia conexión
que aún nos queda.